El hombre es un animal religioso por naturaleza, y más si dicha religiosidad ha sido impuesta por toda forma de poder durante toda la historia. Por tanto resulta inevitable que el hombre tenga creencias.
También resultó inevitable que los meses transcurrieran y el año 2000, y el 2001 llegaran, y con ellos el temido cambio de milenio.
Ante ese hecho cronológico las creencias de los hombres se enfrentarían desde perspectivas y con actitudes diferentes.
Los miedos alentados por líderes fanáticamente apocalípticos producirían, sin duda, nuevos suicidios colectivos, y asesinatos. Sin embargo, sería injusto, y además inútil, satanizar globalmente las creencias de esos colectivos. Ya que esas mismas creencias, en los ovnis, la reencarnación, el mas allá o la resurrección, se encuentra en todos los demás colectivos religiosos o esotéricos del mundo. Es la forma de expresar esas creencias la que debe preocuparnos.
Ante el cambio de milenio el movimiento New Age, o al menos algunos de sus integrantes, intentaron ofrecer una alternativa optimista y constructiva.
Intentaré ilustrar este concepto con un ejemplo. Partamos del supuesto de que en países occidentales, como España, las creencias consideradas "lícitas", son las derivadas del catolicismo; de la misma forma que la "espiritualidad" es identificada con exóticas religiones orientales, como el budismo, el jainismo, etc.
Sin embargo, si puedo dar un testimonio personal, diré que cuando visité los orfanatos de Rumanía, no me encontré a ningún voluntario del Opus Dei, impartiendo la comunión a niños muertos de frío o comidos por las enfermedades, sino a los componentes de una "secta" adventista, repartiendo comida y medicinas. O cuando visité el miserable barrio de City Solei, no me topé con ningún lama recitando mantrans para alimentar a los niños, sino a los voluntarios de otra "secta" destructiva, ejerciendo en la práctica el mensaje de todos los gurús que en el mundo han sido.
Todo ello nos demuestra, una vez mas, que en el temido tránsito al cambio de milenio, lo importante no es lo que creamos, sino el grado de fanatismo con que lo vivamos.
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