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¿QUIÉN FUÉ CARLOS CASTANEDA?

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EL CAMINO INICIATICO DE SANTIAGO




El peregrino que llega hasta la Catedral de Santiago de Compostela, tras ganarse esforzadamente “El Jubileo”, puede hacerlo habiendo seguido diferentes rutas, ya que muchas son, en realidad las opciones de peregrinación hasta Compostela. Dice Precedo Lafuente que hay tantos Caminos de Santiago como puntos de procedencia, y por consiguiente rutas, de los peregrinos. Ello es debido a que todos los viajeros llegaban hasta Santiago caminando, desde distintos puntos de Europa, a excepción, claro está, de los peregrinos que llegaban a Galicia por mar, haciéndolo estos a través de los puertos de La Coruña y Noia fundamentalmente. 

Sin embargo, de todos los “Caminos de Santiago” que en la historia han sido, sin duda es el “Camino Francés” el que más repercusión internacional ha tenido. Ello es lógico por dos razones, en primer lugar porque España, como península que es, solo posibilita el acceso a pie, desde Europa, a través de la frontera francesa. Por otro lado, y tal y como refleja el Códice Calixtino, recientemente editado como facsimil por el historiador Jose Mª Kaydeda, y custodiado en los archivos de la Catedral de Santiago, el temor a los habitantes del norte, y la presencia de los invasores árabes en el resto del país, posibilitó que, con el devenir de los años, fuese fraguándose una ruta de peregrinación segura a lo largo del norte español. En Francia no existían esos problemas, de hecho se conoce razonablemente bien la ruta que siguió en ese país el primer peregrino famoso: el obispo Godescalco, llamada la “Via Podiense”, sin embargo se desconoce la trayectoria que siguió en territorio español, para esquivar los peligros que acechaban al viajero hasta Santiago.


Hasta que Sancho el Mayor de Navarra, como puntualiza Precedo, liberó de la dominación musulmana las tierras situadas entre los Pirineos y Nájera, los peregrinos se desviaban por las de Alava. El Códice Silense, fechable hacia el año 1.110, nos da cuenta de esta liberación y de la posibilidad que surge como consecuencia de que los peregrinos santiaguistas puedan tener una mejor ruta hacia Compostela. 

En su comienzo existía una especie de puente o conexión directa entre Roma y Santiago, de modo que la ruta Jacobea vendría a ser una especie de nexo de unión entre esas dos grandes ciudades del cristianismo. Francia, en esa unión, también ha tenido un importante protagonismo a lo largo de la historia. 

En Navarra y Aragón, por ejemplo, Sancho Ramírez hizo una labor importante de apoyo a la peregrinación equiparable a la de Alfonso VI, y el hecho de que ambos estuviesen casados con mujeres francesas facilitó que la influencia francesa del Camino se hiciese evidente incluso dentro de nuestro país. De hecho, antes de finales del siglo XI, en cada final de etapa del Camino existía una alberguería u hospital, de marcada tendencia francesa. 

El Códice Calixtino, antes citado –en realidad la primera guía de la peregrinación jacobea, habla de cuatro itinerarios importantes en Francia. La inspiración religiosa de este documento, que se presenta como obra de Aymerico Picaud, (secretario del Papa Calixto II, que peregrinó a Compostela cuando era obispo de la diócesis francesa de Vienne), al señalar esos cuatro caminos en territorio galo, no pretende fijar como únicas rutas de peregrinación las cuatro vías, sino señalar a los romeros las direcciones más adecuadas para visitar los más famosos santuarios, a la vez que peregrinaban al del Apostol. Y es que, como decíamos, en Francia como en cualquier otro país, el peregrino puede optar por el camino a Santiago que le exija su lugar de residencia.


En Francia los cuatro itinerarios más importantes son conocidos como: Turonense (el más occidental); Lemusina (a través de la ciudad de Limoges); Podiense (por la ciudad de Le Puy); y Arelatense o ruta de la Provenza (cruzando la ciudad de Arlés). Las tres primeras terminan convergiendo en un mismo camino, mientras que la ruta Arelatense solo coincide con ellas en Puente la Reina. 

LA RUTA JACOBEA 

Una vez en territorio español, al que accedían los peregrinos europeos, por Roncesvalles se encontraban con la “Crux Caroli”, en memoria de la entrada de Carlomagno en España. De Ronsesvalles, famosa por su canción de gesta en memoria de Roldán, sobrino del Emperador, seguía el peregrino camino por Villalba, donde existía un modesto hospital de 8 camas. Antes de entrar en Pamplona existía otro, el de la Magdalena, dedicado a los leprosos que eran marginados expulsados de las zonas urbanas. Un hospital similar había en Estella, dedicado por San Lázaro a esos mismos leprosos. 

En esa misma población, Estella, existía también una cofradía de Santiago, llamada de los Sesenta, que era el número de peregrinos hermanados que la componía. Y en uno de sus hospitales, precisamente, falleció en el siglo XIII un obispo de la ciudad griega de Patrás, en la que fue martirizado el apóstol San Andrés. El obispo griego traía consigo un omoplato del esqueleto del citado apóstol como obsequio para la catedral compostelana. Y durante toda su peregrinación ocultó su gentil identidad, conviviendo y hospedándose con los demás viajeros más pobres. Cuando falleció –víctima de una rápida enfermedad-, cuenta la leyenda, que como llevaba la preciada reliquia oculta en sus ropas, fue enterrado con ella. Pero milagrosamente, unos extraños resplandores nocturnos hicieron a los enterradores exhumar el cadáver, recuperando así la reliquia, que desde entonces se encuentra en un lujoso relicario hecho para tal efecto. 

Con la entrada en Logroño los peregrinos cambiaban de reino y de moneda, sustituyendo los cornados navarros por los maravedises castellanos. Allí, desde muy antiguo, existió una iglesia dedicada al Apostol Santiago, y dice la leyenda que por aquellas tierras caminó San Francisco de Asís en peregrinación a Compostela, haciendo a su paso milagros tan espectaculares como la curación espontanea del hijo de Medrando. Medrando, señor de Agoncillo, en pago a ese milagro, donó una finca junto al Ebro al santo, para la construcción de un convento franciscano. A su regreso de Santiago, dice la tradición, San Francisco pudo ver ya muy adelantadas las obras de dicho convento. 

Capital histórica de La Rioja, Nájera, ofrecía muchos albergues y hospitales al peregrino. Muy cerca de ella, siguiendo el río Najarilla, los peregrinos podrían visitar el santuario que custodiaba las reliquias de San Millán de la Cogolla. Otro atractivo de la zona para los viajeros a Compostela. 

Mas adelante llegamos a Santo Domingo de la Calzada, ciudad fundada en la segunda mitad del s. XII. Debe su nombre esta villa a un santo, pastor en su adolescencia, que fue después aspirante a monje en San Millan y en Valbanera. Decidió este santo dedicar su vida como eremita a socorrer a los sufridos peregrinos santiagueros, construyendo un puente que les facilitase el camino, y consagrándose a la custodia y cuidado de esa calzada. 

Al pasar por Burgos, los viajeros debían hacer una visita obligada a al Santo Cristo custodiado en la Catedral al que, según la tradición, le crecía milagrosamente el pelo. Mas adelante, en Carrión de los Condes, los peregrinos podrían arrodillarse a orar ante las reliquias de San Zoilo, trasladado el monasterio que lleva su nombre por el Conde Gómez Diaz. 

Una vez en León, el caminante se preparaba para las duras tierras del Bierzo, pero ya estaba cerca de la ansiada meta. Ponferrada, Villafranca, y otras localidades del Camino conservan todavía hoy infinidad de tradiciones y leyendas gestadas por el intercambio de experiencias que hacían los diferentes peregrinos, llegados de todo el mundo, al calor de la lumbre. Recordemos que en esa zona leonesa convergen el Camino Francés y los Caminos de Santiago que traían peregrinos desde el sur de España. 

Ya en Galicia, es importante punto de peregrinación el Cebreiro, donde es recordado todavía el milagro de la conversión del pan y vino sacramental, en auténtica sangre y carne de Cristo, ante los ojos de una talla de madera que, según la tradición, bajó la mirada para contemplar el prodigio. En el Cebreiro, además, se conserva todavía hoy un Santo Cáliz considerado tradicionalmente, en esta zona, como el legendario Grial. 

Por fin se avistaba Labacolla (lavar os collóns) donde el peregrino se aseaba simbólicamente sus pecados, o sea, sus partes, antes de cruzar el Monte del Gozo, para entrar, por fin, tras muchas semanas de esforzada caminata, en Santiago de Compostela, en cuya Catedral, el peregrino redimía sus pecados, fundiéndose en comunión mística con Jesús. 




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