A medio camino entre la capital del país y las selvas de Chiapas en la frontera guatemalteca, se encuentra “el pueblo de los brujos”: Catemaco.
Hasta el viajero más torpe, que se adentre en este pequeño pueblo situado muy cerca del Golfo de México, tardará pocos minutos en darse cuenta de las particulares características de esta comunidad. “Taxi-Brujo”; “Hotel La Séptima Bruja”, “Pub Las Brujas”...
No hace falta ser muy lúcido para percatarse de que la brujería forma parte de la cultura de Catemaco desde hace siglos. Allí abundan los brujos y los “brujos”, sabios unos y pícaros otros, que pretenden ser los herederos de un conocimiento mágico ancestral. Personajes como Apolinar Gueixpal o Yolanda Aguirre (hija del famoso brujo Gonzalo Aguirre) son temidos y respetados por igual, por los 21.000 habitantes de Catemaco.
Toda la población participa en algunas fiestas importantes, como las asambleas de magia blanca que se celebran en el Cerro de Monoblanco, más allá de la Isla de los Monos, una vez al año. Por cierto, es este, la carne de mono, uno de los manjares mejor considerados por la gastronomía local en el pueblo de los brujos.
Pero la mágia negra también esta presente en Catemaco, y por un puñado de dólares no es difícil encontrar a todo tipo de hechiceros capaces –o eso pretenden- de usar las ancestrales ciencias ocultas de los mexicas, para hechizar, embrujar o hasta asesinar a distancia, a quien le indiquen sus clientes...
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