Un equipo de submarinistas profesionales ha descubierto en las islas canarias restos de construcciones artificiales sumergidas. Para los investigadores de la Confederación Atlántida, descubridores de las pirámides de Güimar recientemente autentificadas, podría tratarse de restos de la legendaria Atlántida. Hemos acompañado en exclusiva, a los buceadores en sus inmersiones.
Cuando me coloqué el compresor y la bomba de oxígeno, empecé a ser consciente de lo que estaba haciendo.
Estaba a bordo de una lancha, en aguas canarias, a punto de sumergirme en una exploración submarina para examinar los supuestos restos de la Atlántida. El problema es que jamás en mi vida había buceado, ni con bombonas de oxígeno ni sin ellas. Y justo antes de tirarme por la borda hacia un mundo absolutamente desconocido para mí, mi corazón se me desbocó. Me habían advertido que lo más importante era controlar la respiración, y no dejarse vencer por el miedo, pero era incapaz de controlar mis pulmones y mi ritmo cardíaco. Sencillamente, estaba aterrado.
Precisamente ese miedo me haría pasar un serio apuro minutos después a varios metros de profundidad, cuando al descolocarse una cinta de mi bombona perdí la orientación, sufriendo los efectos de la presión en mis tímpanos. El dolor en los oídos era insufrible y las encías comenzaron a sangrarme mientras me lanzaba en una ascensión totalmente desesperada hacia la superficie. ¿Valía la pena todo aquello por realizar una investigación sobre la legendaria Atlántida?
Esta aventura había comenzado 48 horas antes, cuando al llegar a Tenerife me había enterado del extraño descubrimiento de un equipo de submarinistas en el norte de la isla.
Yo había acudido a Canarias a la cabeza de un equipo de televisión con intención de grabar las pirámides de Guimar y algunas entrevistas para mi última serie de televisión, Mundo Misterioso. Pero al enterarme de que se habían localizado unas extrañas estructuras submarinas, la curiosidad había podido con mi sentido común y me propuse no abandonar la isla sin ver por mí mismo esos muros y filmarlos.
La verdad es que me costó mucho trabajo convencer a los submarinistas de SUB-CAN para que me permitiesen bajar con ellos a filmar los muros.
- ¿Qué experiencia tienes en inmersiones con bombona? -me había preguntado muy serio Néstor Chávez.
- Ninguna -respondía yo con sonrisa de circunstancias.
- ¿Y sin bombonas?
- Tampoco.
Sin embargo, mi testarudez fue mayor que sus razonamientos (si realmente se habían descubierto restos atlantes en Canarias, yo no podía marcharme de las islas sin conocerlos).
La verdad es que no era la primera vez que unas estructuras submarinas habían sido relacionadas con la mítica Atlántida. Existía un precedente.
En septiembre de 1968, el zoólogo submarino J. Manson Valentine, de la Universidad de Yale, descubrió durante una inmersión, a un kilómetro de Paradise Point (Bimini Norte), lo que parecía una gran formación de piedras que aparentaban un muro construido artificialmente.
En opinión del Dr. Valentine aquella formación rocosa, compuesta por bloques de 580 metros de largo por 10 de ancho, podría haber formado parte de un puerto o malecón, o tal vez ser parte de alguna construcción ceremonial precolombina.
En opinión del Dr. Valentine aquella formación rocosa, compuesta por bloques de 580 metros de largo por 10 de ancho, podría haber formado parte de un puerto o malecón, o tal vez ser parte de alguna construcción ceremonial precolombina.
A pesar del desagrado con que geólogos y arqueólogos acogieron esta afirmación, muchos estudiosos parahistóricos relacionaron rápidamente aquellas construcciones submarinas con la legendaria Atlántida, y así autores tan conocidos como Charles Berlitz ("La Atlántida, el Octavo Continente" Planeta, 1984) o Pierre Carnac ("La Historia empieza en Bimini", Plaza & Janés, 1977), utilizaron los "muros de Bimini" como un argumento a favor de la existencia de la Atlántida.
Repetidas expediciones submarinas acudieron a Bimini con objeto de estudiar los "muros atlantes". Algunos de los visitantes a dichos muros, como el polémico Uri Geller o el mismo Berlitz, no dudan de la existencia de la Atlántida y de la relación de esas construcciones submarinas con ella.
Otros exploradores, sin embargo, realizaron estudios más objetivos que la "investigación psíquica" efectuada por Geller, quien se sumergió en esas aguas percibiendo extrasensorialmente la destrucción de una gran civilización en aquel lugar hace siglos... o al menos ésto es lo que el mismo Geller me contaría años después.
Una de las expediciones más interesantes fue la dirigida por el pionero de la fotografía submarina, el ingeniero Dimitri Rebikoff. Este submarinista francés afincado en Estados Unidos utilizó los Pegaso (una especie de torpedos para prospecciones submarinas que permiten realizar inspecciones fotogramétricas del fondo marino mediante un sofisticado sistema cartográfico utilizado en las exploraciones espaciales), descubriendo que en la zona existían grandes bloques de 5 x 5 metros de tamaño, que sobresalían 50 cm. del arenoso fondo marino.
Otras expediciones a "los muros de Bimini" obtuvieron nuevos datos.
En los años setenta, las investigaciones del arqueólogo John Steele y del submarinista David Zink descubrían todo tipo de formas geométricas, polígonos regulares y trazos rectos a lo largo de varios kilómetros en la zona, utilizando la fotografía aérea.
Y más recientemente aún, en 1994, la revista norteamericana "The Ancient American" dedicaba su portada a este controvertido tema, con una gran foto submarina y un único y contundente titular: "Stones of Atlantis?" (¿Rocas de la Atlántida?).
En este número "The Ancient American" publica un extenso informe del arqueólogo y antropólogo William Michael Donato con el sugerente título "Bimini y la controversia atlante: lo que dicen las evidencias".
En su informe, Donato no sólo repasa la historia del hallazgo e investigaciones de los "muros de Bimini", sino que aporta nuevos descubrimientos, incluyendo algunas reflexiones ciertamente interesantes. Por ejemplo, Donato observa que:
"Las construcciones y estructuras descubiertas por el Dr. Valentine (que por cierto había sido advertido por los pescadores de Bimini de la "existencia de extrañas piedras bajo el agua") tienen todo el aspecto de emplazamientos megalíticos que "de haber sido hallados en la superficie, y no bajo el agua, habrían sido inmediatamente aceptados por la comunidad científica...".
Para Donato, igual que para otros expedicionarios e investigadores de los polémicos "muros atlantes", resulta evidente que esos emplazamientos no fueron construidos bajo el agua, apuntando la sugestiva hipótesis de que una importante civilización existió en el océano Atlántico durante el Pleistoceno.
Comparando algunas de las estructuras halladas en Bimini con estructuras megalíticas situadas en el Perú pre-incaico, Donato afirma que bajo las aguas de Bimini han podido encontrar piedras de pavimento, artefactos portátiles, bustos y efigies zoomórficas silueteadas por el mar e incluso una especie de dólmenes submarinos.
Independientemente de sus aportaciones arqueológicas, Donato plantea una investigación antropológica repasando leyendas y mitos de las islas que hacen alusión a esa supuesta civilización atlante. Entre sus comentarios en "The Ancient American", Donato menciona la tradición de los Arawaks, que llamaban a las Bahamas "Guanahani", en rememoración de los "Guanches" de las Islas Canarias (Tenerife), lo que para este autor indica una relación directa entre los canarios prehispánicos y otros pueblos isleños del Atlántico a través de un nexo común: la Atlántida.
Anteriormente, otros muchos investigadores, como el francés Termier, habían planteado la hipótesis de que varios grupos de islas, como Canarias, Azores o Madeira eran los vestigios de un magnífico continente que habría estado localizado en el Atlántico Norte. Esta teoría se apoya en la naturaleza de los sedimentos paleozoicos, en la distribución geográfica de los animales y plantas actuales y extinguidas, etc.
Lo que William Michael Donato no podía saber al escribir su informe es que unas construcciones submarinas tan sugerentes o más que las de Bimini iban a ser descubiertas, precisamente bajo las aguas de las Islas Canarias.
Independientemente de que su origen pudiese ser o no natural, el handicap que supone el desproporcionado tamaño de los bloques en los "muros de Bimini" (resulta difícil imaginar a obreros humanos, atlantes o no, manipulando esas descomunales piedras) no se encuentra en la estructura recientemente descubierta en Canarias.
A diferencia de las construcciones de Bimini, los restos canarios tienen todo el aspecto de una obra construida por la mano del hombre.
El descubrimiento había sido totalmente casual. Aquel día, los componentes del equipo de submarinistas profesionales SUB-CAN se había sumergido en el norte de Tenerife con objeto de grabar y fotografiar unos cañones y un enorme ancla de algún galeón hundido en la zona.
Sin proponérselo habían filmado varios minutos en las cercanías de dichos restos arqueológicos, y sólo al revisar la película, ya de regreso a su base de operaciones, se percataron de algo que no habían visto durante la inmersión.
En algunos planos de la filmación se aprecia lo que parecen unos muros, y una especie de ventanuco perfectamente uniforme. Aquel descubrimiento despertó la suficiente curiosidad en los submarinistas como para preparar una nueva expedición a la zona con el objeto de examinar de cerca aquella enigmática estructura. En esta ocasión se filmó y fotografió a discreción lo que parecía un torreón y un muro sumergidos de desconocido origen. La noticia llegó a oídos de la Confederación Atlántida que, tras examinar las películas, relacionó los restos descubiertos con la mítica Atlántida.
En una nueva expedición submarina, la tercera, a dicha estructura, yo ya acompañaba a los componentes de SUB-CAN. Mientras Moisés Garrido tomaba muestras de los "bloques" que configuran el "muro" (y que habrán de ser sometidas a un análisis), Néstor Chávez medía el tamaño de dichos bloques: un metro y medio de largo por unos 75 cm. de alto.
"La verdad es que yo nunca había visto una formación natural parecida -me explica Moisés Garrido, que lleva buceando desde hace muchos años- La forma de las piedras es demasiado perfecta para deberse a las corrientes submarinas".
Néstor Chávez abunda en esta opinión:
"Lo que encontramos, desde luego, rompe con la arquitectura del lugar, no es normal, tiene unas formaciones demasiado rectas, de noventa grados ..."
Ciertamente, la simetría en la "colocación" de los bloques resulta inquietante. Pero más sorprendente aún resulta la existencia de una especie de "torreón", absolutamente cilíndrico sumergido en esas aguas. El "torreón", del que sólo se mantiene en pie la mitad, mide unos 11 ó 12 metros de altura por unos 8 ó 10 metros de diámetro. La otra mitad ha sido erosionada por el efecto de las corrientes marinas y el paso de los años.
"A mí lo que más me llamó la atención desde el primer momento fue la uniformidad del suelo dentro del cilíndro -me explica José Avero- y ese perfecto ventanuco totalmente rectangular".
Ese "ventanuco", que es realmente el responsable del descubrimiento, había sido filmado casualmente durante una inmersión anterior, pero desafortunadamente las mareas habían removido el arenoso fondo marino sepultando dicho elemento del "torreón" cuando nosotros visitamos la isla. Sin embargo, las filmaciones submarinas que obran en nuestro poder continúan conservando esa inquietante evidencia.
Resulta interesante que los submarinistas de SUB-CAN sean absolutamente profanos en las cuestiones para-históricas, no teniendo ningún interés por defender la naturaleza atlante de su descubrimiento. De hecho, fue posterior al mismo el hecho de que dicha información fuese puesta en conocimiento de la Confederación Atlántida de Tenerife, siendo Emiliano Bethancourt (presidente de la Confederación) quien relacionaría los muros sumergidos con otros descubrimientos arqueológicos que parecen apuntar a una estrecha relación entre las Islas Canarias y la Atlántida.
"Nosotros teníamos recogidos relatos sobre restos de construcciones hundidas en aguas canarias desde hace años -afirma Emiliano Bethancourt-, como unas calles pavimentadas descritas ya en los años 50, o los restos de un templo sumergido a pocas millas de Tenerife, citado por la Dra. Hasler en 1974. Además, las pirámides descubiertas por nosotros en Güimar hace unos años y otros restos arqueológicos e investigaciones históricas que ha realizado la Confederación, nos lleva a afirmar que las Islas Canarias son parte de la Atlántida. La Atlántida existió, sin lugar a dudas, y podría decir rotundamente que los antiguos guanches y los actuales canarios y canarias son el último baluarte de los atlantes".
La contundencia en las declaraciones del presidente de la Confederación Atlántida no dejan lugar a dudas. Bethancourt, también veterano submarinista con quien examinamos los vídeos submarinos antes de la inmersión, reclama nuestra atención sobre los perfectos ángulos de los bloques del muro, y sobre una especie de "dintel" que se aprecia en el "torreón". Para él, este casual descubrimiento de SUB-CAN encierra un enorme valor arqueológico, naturalmente ligado a la legendaria Atlántida. Valor arqueológico equiparable a las magníficas construcciones piramidales del valle de Güimar, identificadas como pirámides por historiadores del prestigio de Thor Heyendal, y vendidas a una empresa extranjera que supo ver su interés donde el Cabildo canario y la universidad sólo veía un montón de piedras.
Bethancourt no ha sido el único investigador histórico que ha relacionado el origen canario con la mítica Atlántida. Algunos reputados especialistas como Marcos Martínez Hernández, catedrático de Filología Griega en la Universidad de La Laguna (Tenerife) ha llegado a plantear esa posibilidad en alguna de sus obras, como "Canarias en la Mitología" (Centro de Cultura Popular Canaria, 1992). Ahora sólo nos resta esperar las reacciones de estos académicos frente al sorprendente descubrimiento de las estructuras sumergidas de Tenerife.
Posteriormente, en una nueva visita a la zona con los buceadores de SUB-CAN, los expertos submarinistas volvían a ratificarse en sus opiniones, apuntando algunas anécdotas relacionadas con la enigmática estructura submarina:
"Es curioso, Manuel -nos dice José Avero- Llevamos años buceando en toda la isla sin problemas, y sin embargo siempre que hemos bajado en esa zona concreta se nos ha averiado algo del equipo..."
Doy fe de ello, ya que ese día la cámara de fotos submarina dejó de funcionar. Yo sonrío en el borde de la lancha al acomodarme la bombona de oxígeno; nunca antes había buceado con ni sin escafandra. Y un segundo antes de tirarme al agua José añade:
"¡Ah!, por cierto, si ves que algo grande se mueve a tu lado, no te asustes, por aquí hay algunos tiburones y ballenas, pero no hacen daño".
Quien sabe, tal vez los tiburones y las ballenas tengan que seguir manteniendo el secreto de esas misteriosas estructuras submarinas durante muchos años más, hasta que la legendaria Atlántida deje de ser un mito y emerja de las profundidades marinas hacia el protagonismo que merece en nuestras facultades de Historia.
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