El biólogo inglés Rupert Sheldrake ha revolucionado algunos conceptos científicos mecanicistas con su teoría de los "Campos Morfogenéticos". Una teoría que podría explicar muchos de los fenómenos paranormales, y naturales, que todavía permanecen en el misterio de la ciencia positiva. Sin embargo sus libros "Una nueva ciencia de la vida", "La presencia del pasado" o "El renacimiento de la naturaleza" han sido ferozmente criticados por las publicaciones racionalistas.
Rupert Sheldrake nació y creció en un pequeño pueblo de Inglaterra. Desde niño se sintió fascinado por la naturaleza. De su interés por los animales y las plantas nació su vocación científica, que le llevaría a graduarse en biología por la Universidad de Cambridge.
Posteriormente viviría varios años en la India, donde conocería al monje benedictino Bede Griffits, quien influiría decisivamente en su formación religiosa y lo iniciaría en el conocimiento de la filosofía oriental. Sheldrake también conocería bien a Krishnamurti, con quien llegó a grabar un vídeo sobre temas psicológicos con las reflexiones del lúcido filósofo hindú, hereje prófugo de la teosofía.
Rupert Sheldrake, como cada vez más científicos jóvenes, intenta encontrar el punto de intersección entre la ciencia y el espíritu, y su hipótesis de la resonancia mórfica es un buen ejemplo:
"Durante mi estancia en Cambridge -explica Sheldrake- vi en la pared del laboratorio de bioquímica uno de esos carteles con todas las reacciones químicas y enzimáticas del cuerpo. Alguien había escrito con letras grandes "Conócete a ti mismo", y eso me hizo ver aquella increíble laguna entre la experiencia directa y la biología contemporánea y mecanicista".
Durante su época de estudiante Sheldrake había descubierto en las obras de Goethe la búsqueda de un nuevo tipo holístico de ciencia donde la intuición no estuviese en conflicto con la razón, una aspiración hacia una ciencia mas humanizada (espiritual) compartida cada vez con más científicos contemporáneos.
Sin embargo esa loable aspiración de Sheldrake no impidió que el grueso de la comunidad científica arremetiese contra sus revolucionarias hipótesis. En un anónimo editorial de la mundialmente conocida revista científica "Nature" se arremetía ferozmente contra los rebeldes planteamientos del biólogo inglés:
"Este libro es el mejor candidato a la hoguera aparecido en muchos años... El argumento de Sheldrake es un ejercicio de Pseudociencia... El Dr. Sheldrake, cuya formación debería permitirle pensar mejor, ha hecho un gran daño al dar pábulo a falsas concepciones... Su libro no solo debería ser quemado, sino puesto en el índice de las aberraciones intelectuales".
Para los racionalistas conservadores, y los escépticos extremistas que se dicen "refutadores de la pseudociencia" Sheldrake se encuentra en la cabecera de su lista negra, y a él se han dedicado las críticas más feroces en las publicaciones especializadas, acusándolo de respaldar con su planteamiento de la resonancia mórfica creencias anticientíficas. Y es que la hipótesis morfogenética podría explicar fenómenos misteriosos como la reencarnación, la telepatía, las psicofonías, etc.
"Sugiero que los sistemas naturales, como las colonias de termitas, las palomas, las orquídeas o las moléculas de insulina, heredan una memoria colectiva de todas las cosas anteriores de su misma clase, sin importar lo lejos que puedan estar ni el tiempo transcurrido desde que existieron" -escribe Sheldrake en la introducción de "La presencia del pasado", uno de sus últimos libros (Kairós, l990).
Para el polémico biólogo y pensador la naturaleza de las cosas depende de unos campos que él denomina "campos mórficos" condicionados por las acciones, pensamientos, etc, de todos los seres vivos:
"Cada tipo de sistema natural -explica- tiene su propia clase de campo: existe un campo de la insulina, un campo del haya, un campo de la golondrina, etc. Tales campos confieren forma a los distintos tipos de átomos, moléculas, cristales, organismos vivos, sociedades, costumbres y hábitos mentales."
Los campos morfogenéticos, al igual que los campos gravitacionales, electromagnéticos, etc, habrían existido siempre, independientemente de su conocimiento científico, y serían regiones no materiales de influencia que actuarían a través del tiempo y del espacio. Existirían siempre independientemente de que el sujeto que los genera, o condiciona, dejase de existir:
"No desaparecen: son patrones organizativos de influencia potenciales, y pueden volver a aparecer físicamente en otro tiempo y lugar, en el momento en que las condiciones físicas sean adecuadas".
Sheldrake enumera varios ejemplos en sus libros; por ejemplo si una araña inventa una nueva forma de tejer la tela, inmediatamente otras arañas en otras partes del planeta comenzarán a elaborar sus telarañas de esa forma. Y no importa que la primera araña desaparezca, su innovación del campo mórfico de las arañas permanecerá independientemente del tiempo y el espacio.
Siempre según esta hipótesis una innovación, por ejemplo en el campo mórfico humano, afecta a todo el colectivo:
"Una persona aprende algo nuevo -dice Sheldrake- como cabalgar las olas en una tabla de windsurf; entonces, cuantas más personas aprendan dicha actividad, más fácil debería ser su aprendizaje, ya que muchas otras personas la habrán aprendido con anterioridad".
Para el polémico científico los campos morfogenéticos modelan la forma de los organismos, igual que los campos magnéticos determinan el patrón de limaduras de hierro en las líneas de fuerza que rodean un imán.
De acuerdo con tal principio, lo que sucede o ha sucedido puede ejercer influencia -no condicionada por el espacio ni el tiempo- sobre sucesos futuros de característica similar. En este punto la hipótesis de los campos morfogenéticos coincide con el antiguo principio de analogía de los hermetistas, o con la hipótesis jungiana de la sincronicidad.
Esa especie de redes telepáticas, o conexión invisible entre todos los seres vivos ha escandalizado a la mayoría de los científicos conservadores, que no solo repudian la hipótesis mórfica, sino su propio planteamiento teórico. Al respecto, y como respuesta al editorial de "Nature" antes citado, el científico Alex Conford escribía:
"Si Sheldrake hubiese dicho que la interconexión cuántica se podría extender a los macrosistemas, incluidos los sistemas biológicos, no creo que Nature hubiese sentido que su virginidad estaba en peligro".
Como bien apunta Luis Racionero al respecto, dependiendo en la jerga en que se dicen las cosas el establishment científico es más tolerante. Y tal vez si Sheldrake omitiese las implicaciones filosóficas, espirituales o religiosas de su hipótesis, la comunidad científica se mostraría menos violenta con la "resonancia mórfica" al no ver peligrar los cada vez más carcomidos pilares del viejo paradigma científico.
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