Sucedió a finales de Octubre de 1986. Fernando Mártinez (pseudónimo que encubre la identidad de un joven electricista de La Coruña) se encontraba comprobando la puesta a punto de su moto CR-81 de 75 cc. en una cantera próxima al municipio gallego de Culleredo, cuando después de una serie de ejercicios decidió sentarse en una roca y contemplar el cielo.
Debían ser poco más de las nueve de la tarde, y comenzaba ya a oscurecer. El cielo estaba despejado cuando, según Fernando:
«Vi que una estrella se movía. Me pareció algo más brillante que otras, pero si no se hubiese movido, diría que era una estrella como las demás. Aquella luz se fue haciendo más y más grande hasta alcanzar un tamaño similar al de la Luna llena. Y de pronto, ante mi asombro, la parte inferior de aquella esfera blanca pareció descomponerse en siete objetos más pequeños de planta triangular, que adoptaron una formación 3-4. Casi enseguida, un triángulo de los últimos de la formación se quedó rezagado y, mientras el resto de ellos se perdía de vista, él empezó a descender hacia donde yo me encontraba tan asombrado como incrédulo.
Al darme cuenta dalo que estaba ocurriendo —continúa—, me dejé dominar por un natural impulso y traté de huir. Tomé la motocicleta e intenté ponerla en marcha. Pero no lo conseguí !Y no lo entiendo! La moto estaba aún caliente, purgado el carburador, abierta la gasolina... ¡y no se encendió ni a la primera, ni a la segunda, ni en ninguna de las veinte pedaladas que le di!
Cuando quise darme cuenta, el OVNI se había convertido ya en un gran objeto de unos doce metros de lado que, en estado de cuasi-aterrizaje se había estacionado a unos dos metros del suelo. Y lo extraño es que dejé de sentir el ruido del viento y hasta dejé de sentir miedo. Recuerdo, eso si, que el corazón me latía muy deprisa. Y como la moto no arrancaba, la dejé allí y me senté en el suelo, diciéndome: "¡Qué sea lo que Dios quiera!"»
Según la narración de Fernando, en aquel momento surgió un potente haz de luz del centro del triángulo anaranjado en dirección al suelo. De alguna manera, gracias a ese haz descendieron a tierra dos seres de pequeña estatura y cabezas grandes, que se acercaron muy despacio hacia el testigo para, tras tomarlo del brazo, guiarlo hacia la base del OVNI que continuaba suspendido en el aire.
Fernando declara que en ningún momento percibió sonido o voces. No obstante, captó que se comunicaban con él tratando de decirle que se tranquilizase y que no debía temer nada.
Así, con aquella insólita escolta, llegó hasta el cono de luz, en el que penetró lentamente, sin oponer resistencia.
Casi al instante, sin poder precisar cómo, se encontró en una gran sala, donde un tercer personaje, de idénticas características que los anteriores, le salió al encuentro, transmitiéndole, posiblemente por medio de telepatía, el mismo mensaje tranquilizador.
«Y dentro había otro —explicó Fernando— que también me dio la impresión de que pretendía tranquilizarme. A partir de aquel instante todo se me hizo muy confuso. Creo recordar que me colocaron en posición horizontal, como si me acostara, y recuerdo vagamente que uno de ellos se situó a mi lado y sentí como dolor en el brazo, tal vez un pinchazo...»
De repente, Femando se volvió a encontrar de nuevo sobre el suelo pedregoso de la desierta cantera, a unos cuantos metros de su motocicleta. No había restos del triángulo anaranjado ni de la gigantesca esfera, como tampoco de sus verduscos raptores de poco más de un metro de altura.
Terriblemente confuso y desconcertado se levantó y se acercó a la motocicleta, ya que, según supuso, debían de ser más de las nueve de la noche y en su casa le estarían esperando para cenar. La motocicleta le arrancó a la primera, como era lógico. Y, a pesar del molesto escozor que sentía en el brazo, tal vez ocasionado por el pinchazo de alguna rama, enfiló con cierta prisa la carretera de La Coruña.
En pocos minutos, Fernando, que domina magistralmente todo tipo de motocicletas, se plantó en su casa, donde la preocupada familia le recriminó su inexplicable tardanza, ya que no eran las nueve, ¡sino las once de la noche!
Habían transcurrido más de dos horas en blanco y tuvo, durante varias semanas, una molesta cicatriz en el antebrazo.
Todo esto sería el desencadenante del paulatino recuerdo de la increíble experiencia.
Después de narrarme su episodio, rogándome total anonimato, Femando tuvo otra experiencia OVNI.
Gran amante dela naturaleza, Fernando y un grupo de tres amigos decidieron ir a pasar el día a una hermosa playa gallega. Era el 25 de Julio de 1987.
Había empezado a oscurecer y tres de los cuatro jóvenes pudieron observar un punto de luz cruzando el cielo, quizá un satélite artificial o un avión. Fernando tuvo casi un ataque de nervios ante el pánico que le produjo el objeto.
Sus amigos, que no sabían absolutamente nada de su anterior experiencia, se quedaron perplejos. «Enanos macrocéfalos» (median 1,20 según Fernando), avistamientos posteriores y anteriores, pánico irracional postabducción, cicatriz..., realmente el caso de Fernando Martínez podría considerarse como un caso «clásico»...
Con la única diferencia de que los hechos tuvieron lugar hace sólo seis años.
© Carballal,1991
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