Para Estados Unidos, 1991 fue un año importante, como lo fueron los años anteriores, en lo que a abducciones se refiere.
Los casos se multiplicaron, en una especie de paranoia alienígena; los congresos de ufología aportaron nuevas «evidencias» y es, en medio de este insólito panorama, cuando surge un caso que inmediatamente se convertirá en histórico: el caso Price.
Richard Price, que en 1991 aún no había cumplido los quince años, aparenta bastantes más. Hasta tal punto que han llegado a cederle el asiento a causa de su cabello prematuramente cano, y su apacible expresión. Sin embargo, ya pesar de su aparente tranquilidad, Richard Price es un hombre sumamente desconfiado. Apenas permite a los curiosos asistentes al anual congreso de MUFON (la más importante organización ufológica norteamericana) que contemplen el contenido de una pequeña cajita que guarda celosamente.
En su interior transporta un preciado tesoro: un microscópico objeto que hasta hace poco tiempo Price transportaba dentro de su propio cuerpo, bajo la piel del bajo vientre.
Según Price se trataría de un implante que le habrían colocado los extraterrestres a la edad de ocho años, cuando en Septiembre de 1955 el joven Richard fue abducido en New York.
Aquella tarde del 55, Richard se encontraba en las cercanías del cementerio de Troy jugando con un amigo cuando de pronto escucharon un ruido extraño.
Mientras su amigo optaba por una «retirada estratégica», Price, vencido por la curiosidad, se internaba en el bosque para investigar.
Los acontecimientos se precipitaron. Primero vio según explicaría— una nave espacial octogonal posada en el parque y pequeños humanoides enfundados en trajes espaciales.
Recuerda luego que penetró en la nave por uno de los trenes de aterrizaje. En el interior, a la izquierda, ve una gran sala con asientos, instrumentos electrónicos, una pantalla de TV y una mesa.
Siente que es entonces colocado sobre la mesa y cómo los pequeños humanoides le sujetan pies y manos mientras alguien le desnuda. La pantalla se enciende. Visiones de mundos remotos, naves alienígenas y guerras espaciales se suceden ante él.
Los humanoides le hablan en inglés y llevan una especie de emblema sobre el uniforme, con letras del alfabeto. Sobre su cabeza, en la camilla, una especie de scanner parece examinarlo. El examen en su pierna izquierda le produce una considerable quemadura, pero no siente dolor.
Entran más humanoides, quizás hembras. Uno porta algo en la mano. Se le tranquiliza. Parece que van a colocarle algo bajo la piel. «Si te lo quitas, morirás inmediatamente, le dicen».
Hasta aquí la experiencia. Pero a diferencia de otros abducidos, Price la recordaría más tarde sin necesidad de acudir a la hipnosis. Decidió, no obstante, guardar el secreto por temor al ridículo. ¿Quién podía creerse aquella historia?
De hecho Richard, según comenta el investigador neoyorquino Manuel Fenández, uno de los ufólogos que ha trabajado en el caso, llegó a contar su experiencia a una novia en tiempos de la universidad. Después de una pelea de enamorados, la chica divulgó la historia de Price convirtiéndole en blanco de todas las bromas crueles del campus.
Según una entrevista que Price concedió a Antonio Huneeus en Junio de 1989, el implante que los alienígenas habrían introducido en el cuerpo de Richard comenzó a desplazarse espontáneamente hasta asomar por encima de la piel y ser extraído por el propio Richard.
El análisis del objeto, publicado en el número de Abril-Mayo de 1991, de la Ufo-Universe, muestra que el aparato (que fue dividido en dos mitades) tenia 3 componentes: uno interior de color ámbar, una cubierta blanca y al menos seis pequeños apéndices. El interior era transparente y de una luz uniforme de tono próximo al marrón. La cubierta, blanca, parecía ser de un material similar al teflón. Esa cubierta, observada con un potente microscopio de barrido electrónico, estaba compuesta de carbono (90%), tantalio y oxigeno.
Según el citado articulo de Ufo-Universe, también se hallaron restos de nitrógeno. Las microfotografías y las imágenes del microscopio descubrieron en los apéndices del objeto tres anclajes que parecían anzuelos y cable de alambre enrollado. Esto parecía confirmar el relato hecho por Richard de cómo los alienígenas le insertaron el aparato con un equipo especial:
—Yo podía recordar que durante la abducción parecía como si ellos estuvieran enganchando esa cosa por debajo de la piel...».
Algunas de las descripciones de Price fueron hechas antes de la expulsión del implante. Los apéndices del «micro-aparato» eran sensibles a la humedad, transparentes y blancos cuando se encontraban húmedos; negros cuando estaban secos.
La historia de Price y su polémico implante ha aparecido como una tabla de náufrago para los ufólogos americanos, defensores de las abducciones extraterrestres, que a duras penas podían presentar argumentos sólidos a los escépticos. Sin embargo, el estado de aplastamiento en que se encuentra el implante de Price hoy, no ha hecho más que avivar el fuego de la polémica.
Otto Blinder cita el caso de Ted Owens, afamado paragnosta y contactado que, tras su experiencia OVNI, encontró varias marcas extrañas en su cuello y oreja, e incluso un nuevo «hueso» en la parte posterior de la cabeza.
Binder cita también un informe facilitado por un astrofísico norteamericano, según el cual el cadáver de George Adamski habría sido sometido a una autopsia por orden gubernamental. Según dicho informe, en el cuerpo del primer contactado se hallaron unas extrañas protuberancias en la porción frontal del cerebro. De igual forma se habría hallado «cierta materia extraña insertada en el cerebro» de otros contactados muertos.
¿Demasiado fantástico? Probablemente. Al menos así era hasta la aparición de Richard Price. Ahora, cuando menos, poseemos nuevos elementos de juicio.
© Carballal,1991
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